Bioquímico de universidad estadounidense desarrolló una dieta que imita el ayuno y que permitiría "vivir 20 años más"

La fuente de esta noticia es: EMOL

Dejar de comer durante muchas horas o incluso varios días parece tener un efecto beneficioso en casi todos los seres vivos que se han analizado, desde gusanos a personas. Durante el ayuno, el cuerpo intenta adaptarse a la falta de alimentos. La multiplicación de las células se ralentiza y se activa la autofagia, que permite al organismo eliminar células viejas y, en general, sustentarse con sus propias reservas.
Durante décadas, el bioquímico Valter Longo (Génova, 55 años), profesor de gerontología de la Universidad del Sur de California, ha intentado entender los beneficios del ayuno para buscar la forma de reproducirlos con dietas capaces de mejorar la salud y alargar la esperanza de vida. “Importa qué se come, pero también cuándo”, advierte. Una de las derivadas más interesantes de sus estudios, según afirma, es que el ayuno mejora la efectividad de los tratamientos en personas con cáncer.
Longo también es un personaje polémico en su campo. Sus estudios no desvelan la composición exacta de las dietas que usa para imitar los beneficios del ayuno, pero sí ha fundado una empresa para comercializarlas en varios países. De visita en Madrid para impartir una conferencia en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), Longo desgrana en esta entrevista el potencial de los alimentos para mejorar la salud.
—Esa dieta la vende una empresa que usted fundó y que comercializa comida preparada en cajas. Pero esa misma comida se puede conseguir comprando en cualquier mercado o supermercado, ¿no?
Sí, claro, se puede, aunque no será exactamente esa dieta, porque la hemos patentado. En cualquier caso, todo lo que gano con esa empresa lo dono para proyectos solidarios. Lo que estamos intentando ahora es conseguir que las autoridades médicas de Estados Unidos puedan incluir esta dieta como un tratamiento para personas con diabetes o hipertensión, por ejemplo; en Italia, también. Creemos que en un año, con suficientes nutricionistas, podemos reducir significativamente el porcentaje de población con diabetes y el gasto médico asociado.
—¿Cree que algunos productos alimentarios deberían prohibirse?
No. Hay un dato interesante. Nosotros estudiamos la dieta de niños italianos. Todo el mundo decía que la alta obesidad era por las bebidas azucaradas. Pero vimos que no era tanto eso como la dieta, que era malísima. Se basaba casi por completo en pasta, pizza, patatas y proteínas. Los chicos estaban comiendo tres y cuatro veces más proteínas de las que deberían sin que lo supieran las principales asociaciones médicas. Así que no creo que se trate de prohibir.
—¿Cómo podría solucionarse ese problema?
—Con más y mejores profesionales de la nutrición que acompañen y apoyen a los médicos. Hoy muchos médicos saben muy poco de este campo. Con suerte en la carrera hicieron una asignatura de nutrición. Y en cuanto a los nutricionistas, ahora mismo la mayoría hacen estudios de tres años. Hacen falta más profesionales con másteres y doctorados en este campo. Ellos podrían trabajar mano a mano. Y juntos pueden conseguir que los pacientes vivan una vida más larga y sana.
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