Repartidores, carteros y otros voluntarios son parte de red de vigilancia para que ancianos no mueran solos en Tokio

La fuente de esta noticia es: EMOL Las muertes solitarias de ancianos en Japón ascendieron a 40.000 solo en la primera mitad de 2024, una de las tantas consecuencias del aislamiento social que sufren las personas mayores y que un distrito tokiota busca combatir con una red de vigilancia donde participan, entre otros, repartidores de periódicos.

Para el país asiático, el envejecimiento poblacional supone uno de sus mayores desafíos y de cara a las elecciones del 27 de octubre es una cuestión candente, definida como “emergencia silenciosa” por el Primer Ministro, Shigeru Ishiba, líder también de la formación favorita para ganar los comicios, el Partido Liberal Democrático (PLD).

Saito se sirvió de datos de la Oficina Forense de Tokio para explicar que de los ancianos que mueren solos cada año (40.000 para la primera mitad de 2024, según datos de la policía), unos 15.000 son “descubiertos” cuatro o más días después de tener lugar el fallecimiento, mientras que el número aumenta a 27.000 para las muertes notificadas dos días después de producirse.

Para el experto, “no basta” con descubrir y reportar la muerte “lo antes posible”, sino que el problema “debería abordarse minimizando el aislamiento social”, que según él tiene una “estrecha conexión” con la mortalidad en los ancianos.

“Aproximadamente, 18.000 personas mayores en Japón pueden experimentar una muerte temprana debido al aislamiento social. Las personas mayores que comen solas tienen un riesgo 2,8 veces mayor de muerte por suicidio en comparación con las que no lo hacen”, indicó el investigador, para quien la interacción e integración sociales son fundamentales en la tercera edad.

En este sentido y con el objetivo de mantener ocupados y activos a los ancianos, el distrito tokiota de Meguro organiza actividades en dos centros cívicos de la circunscripción que EFE pudo visitar.

El participante más mayor en uno de estos eventos, donde se llevan a cabo ejercicios físicos y de pronunciación para ancianos, es uno de los instructores voluntarios, Yasumichi Taniguchi, de 92 años, que imparte sesiones allí desde hace seis años.

“En noviembre cumpliré 93 años y estar con estos jóvenes me sirve para vivir y mantenerme joven yo también”, bromeó Taniguchi al término de la clase, antes de volver a su casa pedaleando en bicicleta.

Otra de las asistentes, Keiko Hotta, de 79 años, concluyó: “Al participar en estas actividades, me di cuenta de que es uno mismo quien puede tomar la iniciativa para mejorar su salud”. 

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