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“For whom the bell tolls!”: un centenar de personas gritan a todo pulmón esta famosa canción de Metallica en el patio de un bar de Moscú. Sin embargo, no han venido a aplaudir a los metaleros originales, sino a un grupo ruso dedicado a versionar sus canciones.
Metallica, Depeche Mode y Nick Cave son algunos de los artistas estadounidenses, europeos y australianos que no actúan en Rusia desde el inicio de la invasión de Moscú a Ucrania en febrero de 2022.
Entre otros, los estadounidenses The Killers o los británicos Gorillaz han cancelado conciertos previstos en Rusia. En mayo de 2022, Green Day suspendió su fecha en la capital rusa aludiendo a “los acontecimientos actuales”.
Ante estas cancelaciones, los grupos de “covers” se han vuelto cada vez más populares en el país, que se derrite tanto por el metal como por los cantantes de letras profundas.
“Aunque es imposible reproducir el espíritu de los grupos originales y sus espectáculos, es genial y transmite muchas emociones”, confiesa Philippe, un estudiante de 18 años, durante el concierto de Dark Secret Love, un grupo ruso de tributo a Metallica, Slayer, Megadeth y Pantera.
“Es genial que el solista no se limite a cantar, sino que también imite los gestos” de Dave Gahan, el cantante de la banda británica, exclama Daria Grebenkina, una estudiante de teatro de 22 años.
Dice que se siente “cerca” del ambiente de un concierto real de Depeche Mode, que actuó por última vez hace seis años en Moscú.
“Cuando (los fans) dicen que tienen la impresión de haber asistido de nuevo a un (concierto de Depeche Mode) y me dicen: ‘Eres nuestro Dave Gahan’, ¡es genial!”, confiesa Evgueni Ksenofontov, cantante de Depeche Boat, vestido con jeans y camisa negra ajustada, antes de subir al escenario.
En Rusia, una decena de grupos tocan el repertorio de Depeche Mode. Incluso hay “competencia” entre ellos y a veces actúan en los mismos lugares con pocos días de diferencia, dice el cantante de 39 años, que se unió a la agrupación creada en 2016 hace cuatro.
“Antes solo tocábamos en pequeños bares. Ahora participamos en festivales, tocamos ante cientos de espectadores, a veces con una orquesta”, explica.
Pero estos conciertos no dan muchos réditos. “No es una cuestión de dinero”, asegura Evgueni Ksenofontov, que se gana la vida como coreógrafo y director de escena.
“Es sobre todo un intercambio de energía” con el público, cuenta. “Cuando ves los ojos de toda esa gente libre y feliz, entiendes que han vuelto a los años 90. Es como una máquina del tiempo”, describe el artista.
Sin embargo, está convencido de que sus ídolos “seguro que volverán algún día” a Rusia, porque “sus fans los necesitan”.